Relación recíproca
Con demasiada frecuencia dejo que mis lectores olviden que el objetivo original de estas columnas era relatar un itinerario espiritual consistente, con suerte, en triunfos provisionales del amor sobre el resentimiento. El resentimiento puede definirse como la transformación de la diferencia humana “horizontal” en un obstáculo “vertical” para el Ser central. El amor, al aplazar activamente esta transformación, nos permite experimentar la diferencia como un valor, una fuente de conductas y mediaciones interactivas, entre las que destaca la actividad que valoriza la diferencia humana más familiar de todas, aquella de la que solía decirse ¡Viva la différence!
Mis análisis anteriores del amor han hecho hincapié en la ternura como cuidado de la vulnerabilidad del otro tal y como se revela en el acontecimiento originario. No podemos protegernos contra la mortalidad natural, pero podemos aplazar la violencia hacia el otro. La ternura es un gesto hacia un mortal por parte de otro sólo inconsecuentemente menos mortal. Provoca reciprocidad sin exigirla; es un regalo cuya respuesta puede aplazarse indefinidamente.
Reciprocal liking deutsch
Todo el mundo tiene una necesidad básica de encontrar una conexión con un yo completo y de encontrarse a sí mismo querible y capaz de enamorarse. Lograrlo requiere conseguir una relación de aceptación y reciprocidad. La planta tiende hacia la luz, el hombre hacia la reciprocidad aceptante, en la que puede ser afrontado y amado.
El valor de un niño proviene de la mirada cariñosa de sus padres. En la relación de pareja, el valor proviene de la admiración, el aprecio, el amor y la seguridad. Nos reflejamos a través de los demás y el resultado más feliz es “soy bueno como yo mismo, importante y cariñoso” y “el mundo es un buen lugar para estar y vivir, también hay sitio para mis sentimientos, pensamientos y acciones”.
El prerrequisito para amar de verdad a otro es amarse primero a uno mismo como persona completa. Una vez que has entrado en contacto con los diversos aspectos de ti mismo y te encuentras adorable y respetable, ya no tienes que transferir aspectos inaceptables de ti mismo a los demás para despreciar esos aspectos en los demás.
Enfrentarse a uno mismo en su totalidad, “Éste soy yo en todos mis aspectos”, permite enfrentarse a otra persona en su totalidad. El otro puede tener aspectos con los que se sienta terriblemente a gusto y también aspectos que no despierten el mismo grado de enamoramiento. Sin embargo, el sentimiento de “te quiero tal y como eres” es como la experiencia de un niño de una buena crianza.
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Comprender cómo es una reciprocidad sana en una relación puede ayudarte a entender mejor tus relaciones sentimentales. Aunque la reciprocidad variará dependiendo de tu relación en particular, hay formas de entender mejor el equilibrio que os parece adecuado a ti y a tu pareja.
La reciprocidad es el equilibrio entre dar y recibir en una relación con el objetivo de crear una relación sana y mutuamente beneficiosa. Cada relación tendrá su propio equilibrio recíproco y depende de la pareja explorar qué es lo que le parece bien. Dependiendo de la relación, puede haber una expectativa o no de reciprocidad dada y recibida.
Una relación recíproca se centra en el equilibrio de lo que se intercambia entre las partes implicadas. En algunas circunstancias, la reciprocidad es desequilibrada, mientras que en otras es más equilibrada. Ejemplos de reciprocidad:
El amor recíproco es el amor que sienten ambos miembros de la pareja. En otras palabras, se trata de un amor bidireccional frente a un amor en el que sólo un individuo siente amor por otro. En las relaciones sanas, cuando el amor es recíproco:
Psicología del amor recíproco
1Cualquier referencia actual a “edad y sexualidad en la Antigüedad” evoca casi automáticamente la “pederastia griega”, una práctica reconocida y aceptada en determinados momentos de la Historia. Sin embargo, hay que ser prudentes antes de dar nada por sentado y hacer suposiciones injustificadas: cuestionar la edad de los miembros de una relación sexual no plantea, en relación con la Antigüedad, las mismas cuestiones o problemas que en las sociedades occidentales actuales. Sería anacrónico buscar las relaciones entre edad y sexualidad que se observan hoy en día en sociedades consideradas “anteriores a la sexualidad “1.
2Por supuesto, la cuestión de la edad no estaba ausente de las costumbres y normas de las sociedades antiguas, y existen numerosos trabajos que señalan las características específicas de los grupos que los investigadores a veces denominan “cohortes de edad”.2 Estas últimas combinaban consideraciones de género, estatus y distinciones geográficas y culturales (en Grecia, por ejemplo, las costumbres variaban claramente de una ciudad a otra).3 El interés que nosotros, como investigadores occidentales del siglo XXI, mostramos por la relación entre edad y sexualidad tiene su origen en preocupaciones actuales y se concibe en términos modernos. Es este concepto el que debemos desentrañar para tener en cuenta las enormes diferencias que nos separan del régimen erótico de estas sociedades antiguas.