Cómo curarse de unos padres sobreprotectores
Ser hijo de padres sobreprotectores puede ser un calvario brutal que afecta no sólo al desarrollo temprano, sino también a nuestro comportamiento, hábitos y neurosis en la edad adulta. El término “padres sobreprotectores” puede abarcar una amplia variedad de experiencias, desde los padres controladores que pretendían imponer el toque de queda hasta los padres narcisistas que se “enredan” con sus hijos de forma disfuncional. Algunos niños pueden haber sufrido abusos, malos tratos, estar constantemente sometidos a vigilancia y haber vivido en un “panóptico” perpetuo en su entorno infantil, mientras que otros pueden haber tenido un mayor margen de libertad.
1. Cuando alguien intenta controlarles, se rebelan. ¿La mejor manera de incomodar a alguien que tuvo unos padres sobreprotectores? Intentar obligarles a hacer algo en lugar de dejarles hacer lo que quieran en sus propios términos. Los hijos de padres sobreprotectores tienen problemas con el concepto de “control” cuando son adultos. Desprecian perder el control, pero también les molesta ser controlados.
Dado que en su infancia fueron muy microgestionados, lo último que necesitan es que otra persona les diga lo que tienen que hacer. Decirles que no pueden hacer algo se convierte más en un desafío que en una exigencia. Incluso un intento percibido de intentar controlarles puede hacer que alguien que tuvo unos padres sobreprotectores se sienta amenazado. Su rebeldía en la edad adulta puede tener un coste si desestiman cualquier consejo como un intento de controlarles en lugar de darse cuenta de que algunos consejos pueden funcionar mejor para su propio interés.
Unos padres sobreprotectores arruinaron mi vida
Los padres sobreprotectores muestran un comportamiento de vigilancia excesivo, teniendo en cuenta la etapa de desarrollo del niño y el nivel de riesgo real de su entorno. A menudo, los padres optan por este enfoque de crianza extrema en un intento cariñoso pero equivocado de mejorar los resultados de su hijo. El cerebro de los padres está programado para proteger a sus hijos. Pero, cuando se lleva al extremo, la sobreprotección hace más mal que bien.
Los padres sobreprotectores quieren garantizar el bienestar de sus hijos, pero sus esfuerzos pueden ser intrusivos e incluso perjudiciales. Estos estilos de crianza pueden causar problemas de dinámica familiar y frenar el desarrollo general del niño. Hay muchas razones por las que los padres no deben ser sobreprotectores. Los efectos psicológicos de unos padres estrictos y sobreprotectores pueden ser importantes. El más notable es que perjudica el crecimiento y el desarrollo de los hijos para que se conviertan en adultos independientes y equilibrados.
A menudo, los padres sobreprotectores tienden a microgestionar a sus hijos para evitar que corran riesgos o se hagan daño y, de paso, limitan su capacidad de crecimiento. Rick Joyner dijo: “Si nuestra vida es siempre fácil, es porque estamos llamados a un propósito menor”. Muchas veces escucho a padres presumir pomposamente de que la razón por la que luchan tanto para llegar a donde están hoy es simplemente porque sus hijos no tendrían que pasar por lo que ellos pasaron.
Cómo rebelarse contra unos padres sobreprotectores
El comienzo del año 2014 estuvo marcado por un acontecimiento peculiar. En una sentencia de un tribunal de apelación, una madre fue declarada culpable de maltrato y negligencia por dejar a su hijo pequeño en el coche mientras ella entraba en una tienda entre cinco y diez minutos. Aunque se consideró que el niño de corta edad no corría peligro inminente, el tribunal estimó que su sentencia era justa, al afirmar: “No necesitamos describir por extenso el desfile de horrores que podrían haber asistido a la negligencia [del niño]”.
Antes de abordar lo que esta tendencia significa para la sociedad en su conjunto, debemos definir qué es la sobreprotección y por qué se produce. La paternidad sobreprotectora, a falta de una definición ampliamente aceptada, describe un conjunto de comportamientos de los padres hacia sus hijos que actúan conjuntamente en un intento de evitar que los niños asuman riesgos para su salud emocional o física. El cobijo, la supervisión constante y la microgestión, la prevención de la asunción de responsabilidades, la alimentación excesiva y el consuelo excesivo, el control de la esfera social y la precaución excesiva son comportamientos identificables que pueden considerarse parte del esquema de la paternidad sobreprotectora. Muchas personas encontrarán muy familiares la mayoría de estos comportamientos, si no todos, simplemente porque se han convertido en algo habitual en el diálogo actual y observable en nuestras propias vidas personales.
Padres sobreprotectores a los 20 años
El comienzo del año 2014 estuvo marcado por un acontecimiento peculiar. En una sentencia de un tribunal de apelación, una madre fue declarada culpable de maltrato y negligencia por dejar a su hijo pequeño en el coche mientras ella entraba en una tienda entre cinco y diez minutos. Aunque se consideró que el niño de corta edad no corría peligro inminente, el tribunal estimó que su sentencia era justa, al afirmar: “No necesitamos describir por extenso el desfile de horrores que podrían haber asistido a la negligencia [del niño]”.
Antes de abordar lo que esta tendencia significa para la sociedad en su conjunto, debemos definir qué es la sobreprotección y por qué se produce. La crianza sobreprotectora, a falta de una definición ampliamente aceptada, describe un conjunto de comportamientos de los padres hacia sus hijos que actúan conjuntamente en un intento de evitar que los niños asuman riesgos para su salud emocional o física. El cobijo, la supervisión constante y la microgestión, la prevención de la asunción de responsabilidades, la alimentación excesiva y el consuelo excesivo, el control de la esfera social y la precaución excesiva son comportamientos identificables que pueden considerarse parte del esquema de la paternidad sobreprotectora. Muchas personas encontrarán muy familiares la mayoría de estos comportamientos, si no todos, simplemente porque se han convertido en algo habitual en el diálogo actual y observable en nuestras propias vidas personales.